VII. AMELIE (sábado 8 de Febrero)
El vuelo de regreso fue menos pesado, el vodka tonic aminoró “el fastidio” de esos vuelos largísimos. Doce horas, el vuelo retrasado y el saber que llegando hay que recoger 8 maletas, pasar por la aduana y esperar a que el tráfico del df sea lo menos complicado, hacen casi un martirio ir sentado en ese pequeño espacio. Las películas de los aviones suelen ser malísimas, “hits” hollywoodenses o estúpidas tramas que caen en lo patético. La primera fue una cinta francesa sobre un tipo parecido a bruce willys (lo único rescatable de él, es su “atropellada” actuación en pulp fiction) que se convertía en un héroe; la segunda, Al pacino interpreta a un director de cine italiano que engaña al público haciendo sus películas mediante modelos tridimensionales en una computadora. Cuando después del segundo tonic había contemplado dormir, apareció Amelie. La última vez que he entrado a una sala en dónde se proyecte alguna película, fue hace ya mucho y no recuerdo porque razón, Aide y yo decidimos ver Amelie. Creo también estaba “intimidad” y “happy togheter” (dos muy buenas películas), pero entramos a ver Amelie. Antes de entrar a la sala, Aide me compró chocolates y dulces, ella “como siempre” sus palomitas y un montón de cosas. Y la película, divertida y bastante buena, pero lo mejor, la presencia de Aide, estuvo particularmente “cerca de mi”, me abrazaba, bromeaba… Al salir de la sala, no puede haberme sentido mejor. Quizás era su forma de despedirse de mi, porque, semanas más tarde, Amelie “quedó olvidada” y las facciones de Aide eran de “vete a la mierda Juan”…
A mitad de la película, me quedé dormido, y desperté hasta que por los altavoces anunciaron el arribo a la ciudad de México. De nuevo, mi ciudad y Aide lejos de mi y de la mano de alguien más.
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